Tránsito en el aeropuerto de Miami. Táxi rápido hasta la Beach. Primera línea de playa, mas descontextualizados que nunca. Vaya jarta de calor y, con esta pinta que llevamos si optamos por el baño rápido igual hasta aparece Pamela. Mejor no, no estamos preparados para más emociones. Cochazos, canalillos y negracos por doquier. La pequeña Habana. Cuánto glamour y yo que cutre. Bistec, chips y café de litro. Volvemos. Esto es el principio del fin.
Subimos al avión y entro en un estado de soñolencia del que a día de hoy, creo que aún no he despertado. Entretanto, me fracturo la muñeca derecha, nada más aterrizar. A mí me gusta contar que me mordió un cocodrilo de la selva nicaragüense, pero no cuela. La realidad es mucho más aburrida, soporífera incluso. Durante un par de semanas entro en estado de shock profundo que no sé si se debe al jet lag, a la cantidad de información a asimilar o a los calmantes para evitar el dolor.
Remonto como puedo, he de cumplir los objetivos marcados antes de la partida, mudanza incluida. Sóla no puedo, con amigos sí. Gracias a vosotros, una vez más, lo estoy consiguiendo. Comienza la segunda vuelta, o la tercera, o cuarta, no sé… Ahora sí. El retorno a Fatoland esta vez promete, seguro.
3 comentarios:
Al menos de momento no ha empezado mal y dejaremos constancia con algun desayuno en el Milenium.
necesitas más manos con muñecas sin romper??
Ya sabes...pa eso estamos
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