Llegamos con el tiempo justo, con los novios ya en la puerta. ¡Guapooooooooos!. Habíamos quedado pronto pero los retrasos de la peluquería, la falta de aceite y un aparcamiento en el extra-radio de Zaragoza hizo que la prisa nos acompañará. Nada más llegar a Calatayud habíamos encontrado el hotel y visto al novio, buen presagio. La carretera al pueblo nos parecía tan exótica como el nombre del pueblo y al final nos quedamos con las ganas de callejear un poco y acercarnos al embalse. La ceremonia fue de traca. Durante mucho tiempo pensamos que era una cámara oculta. Pero no. Insuperable el deletreo que el cura hizo de la palabra a-m-o-r. Fotos, cañas, bus y al restaurante. Que gusto ver a unos novios, tan relajados y sonrientes. La cena no tuvo desperdicio y la mesa catorce lo dio todo. Y nos lo bebimos todo. Más majicos. De verdad un gustazo. Aunque no fuimos muy afortunados en el reparto de obsequios. Otra vez que nos quedamos sin ramo. Pero la pequeña Sue, arrambló con la liga. ¿Y el hermano del novio?. ¡Gua-po!. Por cierto el tinto fue Baltasar Gracian, me gusta.
La sesión de baile la abrieron las “bailarinas sorpresa” que interrumpieron el vals, clavando una resultona coreografía para el la, la, la de Shakira. Por cierto hoy he descubierto que cuando dice la misteriosa palabra “lego”, no se refieren a la marca de juguetes, si no a una abreviatura de "Let’s go!". Yo aún aprendo. La barra libre, un fuego imprevisto en el jardín y el rincón de chucherías. Por cierto sin planearlo me fui poniendo casi todos los complementos de la mesa instalada junto al photocall. Ahora lo pienso y creo que mi subconsciente hizo este pequeño homenaje a Chambón, que de esta manera no estuvo ausente. Se acaba la boda, buscamos un antro que nos cobije. Los novios con nosotros. Pero al poco rato apagan la música y dan las luces. Entramos en shock. ¿Dónde nos hemos metido?. Aquí por lo menos se debe de fabricar la droga caníbal. Fuera es de día. Al hotel. Algún que otro lío de camas. Nada fuera de lo normal. Dormir poco y ojo que aún queda la traca. En la puerta del Hotel desde media mañana una charanga y un desfile de vehículos a motor (trailers incluidos), haciendo sonar sus bocinas para recibir la bendición por San Cristobal. ¿A alguien se le ocurre tortura mayor para una resaca?. Así que a devorar kilómetros por la autopista con un coche adornado con flores de plástico y pocas conversaciones coordinadas. Estoy mayor. Que ganas de llegar a casa. Cuanto ajetreo. Que felicidad. ¡Vivan los novios! ¡pero que se vayan a Bali ya!.
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