Se celebra el 50 aniversario de la publicación de Rayuela, la novela más emblemática de Julio Cortazar y una de las más importantes de la literatura hispanoamericana, esto último no lo digo yo, lo dicen los expertos y eso que la novela cuenta con amores y odios encendidos entorno a ella. Como siempre que hay una de estas efemérides (más al servicio del mercado, la reedición y el espectáculo cultural), se ha escrito mucho del tema, de su influencia, de sí sigue siendo actual su planteamiento rompedor, que sí ha envejecido mal, etcétera. Estaba en el pueblo leyendo uno de esos artículos y no puede evitar ir a la librería y cogerla, acariciar el lomo, abrir un capítulo al azar y leer unas líneas. Así era yo. Cuantos mundos dentro de sus páginas. Descubrí Rayuela tarde, como otras muchas cosas. Tampoco demasiado pero vamos que no la leí en el final de la adolescencia, que es donde a muchos les gusta situar sus efectos catárticos. De todas formas era una época en la que mi vida iba de descubrimiento en descubrimiento, todo el día en un ¡ayh!. Recuerdo que estábamos en la casa de una chica sin nombre, ahora ni siquiera puedo ponerle cara. Era uno de los ligues de un amigo y junto a la novela había una cinta de casette de Godspeed You! Black Emperor. Ambos descubrimientos tiñeron mi vida durante meses.
Devoré la novela, la de Alfaguara que en la portada traía una cama desecha, saltando entre sus capítulos, sin entenderlo todo, sin aspirar a entender nada. Ni siquiera tenía un personaje favorito, saltaba de Morelli a Oliveira, de este a la Maga, como Cortazar saltaba de Paris a Buenos Aires. La novela. La antinovela. ¡Evohé! ¡evohé!. Yo también soy como un río. Descubrir que no hace falta ir siempre en la dirección correcta para llegar a algún sitio. La libertad de leer, las ganas de escribir, la sensación de ser. Twoo much para un chico de provincias. Cuando la termine tenía la sensación de saber muchas cosas nuevas. Y claro siempre quedó pendiente lo de volver a leerla. Pero entonces llegaron Los detectives salvajes a mi vida. Y ya no lo hice. Pero descubrí un amor infinito por los escritores latinoamericanos que transitan por Europa. Sea como sea, muchísimas gracias Sr. Cortazar.
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