Los días se suceden precipitados en un continuo de horas, tareas,
papeles, kilómetros, reuniones, bonificaciones y citas. Vivo de nuevo a
bordo de una vagoneta de montaña rusa. Una astillada y descolorida, que
asciende con dificultad por la rampa. Las emociones se alternan veloces y
sin visos de continuidad, felicidad, el reencuentro, las expectativas,
tristeza, ese punto de brillo en los ojos que había olvidado, los
cuentos de la lechera, la risa, preocuparse por algo difuso, el azul. En
este punto vienen a mi cabeza esos versos escritos por uno de los Argensola; Porque ese cielo azul que todos vemos, ni es cielo ni es azul. ¡Lástima grande que no sea verdad tanta belleza!.
No me da tiempo casi ni de terminar la frase porque siento ya el
vértigo en mi estómago, pego mi cuerpo al respaldo y abrazo mis rodillas
fuertemente, la vagoneta esta en el borde del precipicio, ahora sólo
puedo gritar.
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