Ya tengo esta pinza. Era mi pinza favorita de la exposición de La Caixa y ha sido precisamente mi compi de ese curro, quien me la ha regalado. Grazie mille. Esta pinza es de lo mejor que me ha pasado últimamente. Pero espero que no sea más que el principio.
Pienso estas cosicas mientras bebo vino blanco en un vaso rojo y leo en un periódico caducado como los miembros de la asociación Siembra juventud cuentan como recogieron tempestades. De repente y antes de terminar el artículo, me entra un miedo tremendo a quedarme sin bolsas de plástico de cualquier supermercado de barrio para poner en la papelera del cuarto que no usa nadie. ¡Ayh! pestañeo una y otra vez. Oigo gotear el grifo de la cocina y entre medio de la rítmica perdida, el Whatsapp suena a contratiempo mientras el libro abierto que tengo sobre la mesa se cierra bruscamente. ¡Glups! me levanto camino de ninguno sitio mientras canto eso de, pienso mucho, hablo poco, de León Benavaente giro tres veces sobre mi propio eje y expiro la energía cósmica del universo ¡buuuf!.
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