Ahora todos los días que tengo examen desayuno en la cafetería del nuevo Hotel San Ramón, me da igual que sean las 8 o las 11, allí que me planto. No es que el café sea especialmente aromático ni que el servicio destaque por ser esmerado, es más bien que en mi cabeza este sitio representa un poco lo que fui y lo que nunca he querido llegar a ser. Cruzas la puerta modernista y tras esquivar la recepción del hotel, te das de morros con una cafetería blanca que raya lo impersonal, pero a mí me tiene atrapado. Nueva York en pleno coso.
Al salir veo un equipo de televisión que esta grabando el progreso de las obras del nuevo Museo Diocesano. Un edificio a medio camino de la restauración rigurosa y las inevitables fachadas de acero corten. Nada que comentar. Entro al examen. En lugar de en la fila 8 columna 1 me da por interpretar los números al revés. A los dos minutos viene un tío diciendo que esa es su plaza. ¡Uyh! si, perdona. Después el desastre.
Al volver paro en una gasolinera, cuando me bajo del coche me pilla de sorpresa la amplia sonrisa del gasolinero “no tengo producto” me dice, a mí se me escapa un estúpido “yo tampoco” los dos nos reímos y yo me monto en el coche mientras con mi mano lanzo una despedida casi militar que es correspondida.
De la lona del camión que llevo delante cae algo al lado de mi coche que parece una piedra. Tampoco es para machacarme hoy así, pienso mientras lo adelanto, jugándomela en esta tonta carretera. Última parada el Lidl, pero hoy ni el pasillo central puede terminar con mi peste negra. Y hasta aquí la crónica del primer día que suspendí un examen en mi carrera. Hay días en que valdría más…
Al salir veo un equipo de televisión que esta grabando el progreso de las obras del nuevo Museo Diocesano. Un edificio a medio camino de la restauración rigurosa y las inevitables fachadas de acero corten. Nada que comentar. Entro al examen. En lugar de en la fila 8 columna 1 me da por interpretar los números al revés. A los dos minutos viene un tío diciendo que esa es su plaza. ¡Uyh! si, perdona. Después el desastre.
Al volver paro en una gasolinera, cuando me bajo del coche me pilla de sorpresa la amplia sonrisa del gasolinero “no tengo producto” me dice, a mí se me escapa un estúpido “yo tampoco” los dos nos reímos y yo me monto en el coche mientras con mi mano lanzo una despedida casi militar que es correspondida.
De la lona del camión que llevo delante cae algo al lado de mi coche que parece una piedra. Tampoco es para machacarme hoy así, pienso mientras lo adelanto, jugándomela en esta tonta carretera. Última parada el Lidl, pero hoy ni el pasillo central puede terminar con mi peste negra. Y hasta aquí la crónica del primer día que suspendí un examen en mi carrera. Hay días en que valdría más…
4 comentarios:
Nooooooo!!!! eso es una ecatombe!!!
No puede ser, tu primer suspenso, pero en septiembre que se preparen que sacas un 20. Bsts
No pasa nada, de un fracaso se puede sacar un éxito!!! te apoyaremos en ello...
YA TENGO MI CHAPA DE LA ANÓNIMA Y ALGUIEN MÁS TB!!!
Cuando vamos al Paraiso????
Muakkssssssssss
... no salir de la cama.
LOL
Que gracioso ha puesto el examen y todo
Publicar un comentario