lunes, 29 de julio de 2013

Elena y la vanguardia / a la vanguardia

Ya me encargo yo. Y lo que era una declaración de buena voluntad, se convirtió en una hostia en todos los morros, en una nueva zancada para el siempre voluble mundo de las tendencias. Elena con sus manitas, sus ideas y los materiales que encontró por casa, se cargo de un plumazo lo que tenía visos de ser ya una corriente asentada e imperecedera: el Cuquismo. ¡A cascala  el mundo de los lacitos, el Washi Tape, las tipografías cuidadas, los sellos carvados en ratos muertos frente al televisor y demás handmade del momento!. Y es que las cosas cada vez duran menos. Pero ella le dio la patada.

La tarjeta de cumpleaños de Rqlcas fue el manifiesto del Post-Cuquismo. Una epífania de esta sociedad de principios del XXI condenada a la novedad perpetua. Porque la vanguardia siempre ha consistido en empujar los límites de lo que se acepta como norma. Alterar las estructuras, abordar temas tabú, desordeanar los parámetros… y eso fue lo que hizo Elena. Ponerlo todo patas arriba. El fondo y la forma, con dos bolas de navidad.

¿Sorprendidos? Sí pero no. Porque ya había demostrado aptitudes en alguna de sus anteriores reencarnaciones. Como por ejemplo con su tímida inclusión en la poesía. Esa en la que estuvo en la puerta y cuando apartó la cortina con el dorso de la mano, alguien le llamo desde la otra punta de la calle y para tristeza de algunos… prefirió recular. Y es que como buena vanguardista que es, se empeña en rechazarse a sí misma. Elena busca el silencio. Pero antes su propia autodestrucción. Sigue la máxima de Rimbaud «Hay que cambiar la vida» y lo hace como solo ella sabe hacerlo. Como le da la gana.

domingo, 14 de julio de 2013

Confieso que he vivido

Estos días he hecho cosas. Algunas curiosas como jugar al bádminton por la noche en un parque rodeado de jovenzuelos de otras etnias. Otras no tanto: hacer gelatina de cereza. He ido a la piscina. Y al río. Y a la piscina. Y a otro río. Y casi no he repetido pareja. He terminado de leer Tierra de David Vann. Que no me ha gustado tanto como Sukkwan Island. Tiene un principio arrollador. Pero luego se desinfla. Casi me he terminado Los Monederos falsos. Y me doy cuenta que toda modernidad, es en parte antigua. Recibí una postal de Almuñecar en la que salía un burro. He hecho visitas esporádicas al hospital. Lavadoras. Transplantado plantas. Por fin he probado el Pisco Sour. También las Chiretas Bravas. Y hoy al abrir el buzón cuando he llegado a casa, me he encontrado un papelito en el que pone: Curso de oposiciones de Policía Local y he pensado en voz alta: ¡si hombre! ¡lo que me faltaba!

domingo, 7 de julio de 2013

Lo más importante de Rayuela

Se celebra el 50 aniversario de la publicación de Rayuela, la novela más emblemática de Julio Cortazar y una de las más importantes de la literatura hispanoamericana, esto último no lo digo yo, lo dicen los expertos y eso que la novela cuenta con amores y odios encendidos entorno a ella. Como siempre que hay una de estas efemérides (más al servicio del mercado, la reedición y el espectáculo cultural), se ha escrito mucho del tema, de su influencia, de sí sigue siendo actual su planteamiento rompedor, que sí ha envejecido mal, etcétera. Estaba en el pueblo leyendo uno de esos artículos y no puede evitar ir a la librería y cogerla, acariciar el lomo, abrir un capítulo al azar y leer unas líneas. Así era yo. Cuantos mundos dentro de sus páginas. Descubrí Rayuela tarde, como otras muchas cosas. Tampoco demasiado pero vamos que no la leí en el final de la adolescencia, que es donde a muchos les gusta situar sus efectos catárticos. De todas formas era una época en la que mi vida iba de descubrimiento en descubrimiento, todo el día en un ¡ayh!. Recuerdo que estábamos en la casa de una chica sin nombre, ahora ni siquiera puedo ponerle cara. Era uno de los ligues de un amigo y junto a la novela había una cinta de casette de Godspeed You! Black Emperor. Ambos descubrimientos tiñeron mi vida durante meses.

Devoré la novela, la de Alfaguara que en la portada traía una cama desecha, saltando entre sus capítulos, sin entenderlo todo, sin aspirar a entender nada. Ni siquiera tenía un personaje favorito, saltaba de Morelli a Oliveira, de este a la Maga, como Cortazar saltaba de Paris a Buenos Aires. La novela. La antinovela. ¡Evohé! ¡evohé!. Yo también soy como un río. Descubrir que no hace falta ir siempre en la dirección correcta para llegar a algún sitio. La libertad de leer, las ganas de escribir, la sensación de ser. Twoo much para un chico de provincias. Cuando la termine tenía la sensación de saber muchas cosas nuevas. Y claro siempre quedó pendiente lo de volver a leerla. Pero entonces llegaron Los detectives salvajes a mi vida. Y ya no lo hice. Pero descubrí un amor infinito por los escritores latinoamericanos que transitan por Europa. Sea como sea, muchísimas gracias Sr. Cortazar.