Es la una de la mañana,
no son las dos, las once, las seis…
La una “es” porque está sola.
Igual que yo, estirada en la cama, con el portátil en las piernas, el cigarro en el cenicero, la luz del flexo, la espalda apoyada en la almohada, la almohada doblada, apoyada en la pared, en la pared con el enchufe tapado por cinta aislante, gracias a la cual sé que algún día moriré, si, pero no electrocutada.
Semana intensa, muchas veces rodeada y ninguna acompañada. He recibido mails con cambios de ruta. He realizado llamadas que no han recibido respuesta. He recibido respuestas a mis llamadas.
Una nueva vida está esperando a que yo la descubra y la espera me emociona. Celebro lo mismo. Ocurrió hace cinco años. Cinco enormes añazos que me llenan y me emocionan con sólo pensar en ella. Cinco años, ya.
Tan sola y tan llena.
Son la una y cuarto de la mañana.
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